Una película nacional que aparte de divertirnos nos lleva a reflexionar.
Por Janinne Pérez González
Fotografías: Andrea Escurra
Luego de una pandemia que nos obligó a aislarnos y a dejar de lado aquellas actividades donde podíamos aglomerarnos y disfrutar de una buena obra, una película, o un concierto, finalmente, la espera terminó, y el cine nacional nos convocó a las salas de cine del Shopping Pinedo para disfrutar del Avant premiere del largometraje Jubentú.
La película dirigida por Ricardo Morínigo, trajo esa brisa fresca que necesitábamos después del encierro, cargada de escenas jocosas, divertidas pero que, a la vez, nos pone frente a frente con un espejo que muchas veces, nos negamos a mirar porque nos muestra una realidad latente, una realidad dolorosa, pero que nos hace rescatar la esencia intrínseca del paraguayo que no se rinde ante las adversidades.
No quiero hacer spoiler, porque la película es digna de ir a verla, pero sí quiero reflexionar sobre todo lo que Jubentú tiene para nosotros. Morínigo logró concatenar cada una de las peripecias comunes por las que un paraguayo o paraguaya atraviesa en su día a día y darle a la película esa cohesión que mantiene al espectador enganchado. Además, apela al humor para hacer una crítica social a las situaciones que reflejan una realidad olvidada por las autoridades.
Utiliza una forma creativa de narrar empezando por el final y luego vuelve al origen, lo que hace que no se pueda despegar la atención de la pantalla ni por un segundo.
Más allá de lo divertida que pueda ser la escena de unos asaltantes de barrio “apretando” a su víctima, duele, duele porque es algo que sucede a diario y es algo con el que hemos aprendido a convivir, acostumbrándonos y hasta normalizando la delincuencia. Pero es ahí donde la flor nace en medio del fango, porque a pesar de lo feo que pueda estar el panorama, el paraguayo no pierde las esperanzas, se mantiene optimista, y sigue adelante, luchando día a día.
Otra de las realidades que expone Jubentú es la situación laboral de las mujeres, aquellas que son acosadas en sus trabajos, cuyas capacidades son ignoradas y solo se les permite acceder a mejores oportunidades si tienen que faltar al respeto de sus principios, muchas veces, en nombre de la necesidad. Es un secreto a voces, es algo que está a la vista, pero nadie se ha atrevido a retratar tan fielmente como lo hace Jubentú.
Así también, considero sumamente valiente hacer una crítica al sistema laboral y a la complicidad que mantienen los patrones con el propio Ministerio del Trabajo para pisotear la dignidad de los trabajadores, es algo que también es un secreto a voces, pero nadie se atreve a derrumbar al gigante que se alimenta de la burla de las leyes de los obreros, quienes por su condición humilde o su grado de ignorancia en cuanto a las normas legales, se someten a estas prácticas, y nuevamente, todo es permitido en nombre de la necesidad.
Considero que esta película, más allá de entretenernos debería de obligarnos a abrir los ojos, a soltarnos las cadenas, a unirnos en nombre de esa esperanza de que todo mejorará un día, pero solo sucederá si realmente decidimos cambiar dejando de lado el conformismo y perdiéndole el miedo a esa necesidad que muchas veces nos obliga a vender nuestra propia dignidad al mismo Diablo.
También resalto las caras nuevas en materia de actuación, y creo que por ser una película muy nuestra no hubo espacio para sobreactuaciones ni para diálogos rebuscados. Es una vitrina que expone nuevos talentos y provee una oxigenación a al séptimo arte nacional.
Espero realmente que las salas se llenen y, sobre todo, el mensaje quede y de frutos, espero que esa esperanza reflejada en el filme germine en cada paraguayo y paraguaya y hagamos de este un mejor país por donde se lo mire.
La cita obligada arranca este 2 de diciembre en todas las salas de cine del país.