El talento aplacó la ira del público insatisfecho con la organización.
Por Janinne Pérez González
Con mucha ansiedad y ganas se preparó el concierto de Luis Miguel, la gente respondió comprando masivamente las entradas, confeccionando remeras, carteles, todo para agasajar al Sol de México.
Llegó el día en la que la Nueva Olla iba a testificar a una de las voces más icónicas de finales del siglo XX y que se mantiene emocionando también a las nuevas generaciones. Sin embargo, el excesivo calor paraguayo se juntó con el calor de este sol mexicano y propició que una de las consolas preparadas por el equipo del artista, tuviera un desperfecto, poniendo en peligro la realización del concierto. Este inconveniente llevó a la producción a retrasar la apertura de los portones generando un descontento generalizado en el público que formaba interminables filas para ingresar.
Las quejas no tardaron en acalorar aún más el ambiente, combinado con la escaza cantidad de personal de seguridad que se vio evidentemente rebasado por la multitud, agregaron ansiedad a la espera del show que estuvo marcado para las 21 horas.
Pasando ya 15 minutos de las 22 horas, el sol brilló en el escenario provocando que la gente del vip incumpliera una de las disposiciones, es decir, se levantara de sus sillas, se parara sobre ellas e invadan la pasarela central que resguardaba los cables que conectaba la torre de sonido con el escenario. Este desborde provocó que nuevamente se genere un desperfecto técnico que apagó el escenario después de la tercera canción.
Algunos, rendidos optaron por retirarse del recinto pensando que Luis Miguel no volvería a cantar. Unos 10 minutos después, volvieron a encenderse las luces y el show continuó.
El artista no interactuó con el público más que a través de sus canciones, repasó casi toda su discografía interpretando sus grandes éxitos, incluso sonó “No me puedes dejar así”, canción que grabó cuando solo tenía 12 años.
Un artista consagrado con él demostró que ni siquiera necesita cantar de forma continuada, pues hubo momentos en que tarareó sus canciones, pero su sola presencia hizo que el público se sumergiera en un éxtasis que les hizo olvidar todos los malos ratos previos al show.
La magia de este artista nos dejó una brisa maravillosa que dio entrada a la lluvia que aplacó las altas temperaturas que nos azotó durante tantos días. Su show valió cada segundo y le sirvió a la organización como un bálsamo para todos los sin sabores.
Gracias Luismi, gracias por brillar una vez más en nuestro país.